Duerme contigo y aun así, sigues sintiéndote sola, calentando el otro lado del colchón, pero sin esa ternura y pasión que desde el principio se dio.
Apagada y callada pasan los días, reconociendo a la monotonía como la mejor de las compañías, dando solo lo necesario a la vida.
Los sentidos guardados en el baúl, y los sueños cayendo como hojas en el otoño, marchitas y ahogadas.
Recuerda que el tiempo en ocasiones se vuelve enemigo, que eres libre aunque ya no lo sientas y que no has sido dejada de amar aunque lo parezca.
Pero si ha de ser lo contrario, muéstrale el interior y dale paso a la razón que al fin y al cabo ya no manda el corazón.
aP.
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