En otra vida sé que fuiste mío.
Lo afirmo porque mi alma te reconoció
desde la primera vez
que escuche tu voz.
Mi energía vibro sin motivo aparente,
aunque mi ser sabe exactamente
lo que
sucede, mi mente divaga en confusión,
por este hecho tan impreciso pero
elocuente que surgió entre los dos.
Sintiendo la emoción de un pasado
que sé que existió, aunque
en ningún
libro se cuente y las estrellas solo
entre ellas lo comenten, sé que
mi alma
no te olvida y por esa chispa que salta
de emoción, soy consciente de
que sucedió
algo sorprendente en alguna ocasión.
En sueños me visitaste y nuestra historia
me contaste, esos
encuentros tan nuestros
que el universo se guardó, Presumiéndole
a los astros
lo hermoso y fugas de los besos
que esa existencia nos dejó.
Mi alma y la tuya se conocen, de eso es
testigo la luna,
porque cuando llega su hora,
con su brillo me susurra los secretos
y ligerezas que
te contaba, cuando en tus
brazos me encontraba, segura y tranquila,
con esas
caricias que sé que volverán algún día.
Miedo tengo a que se repitan esos tiempos,
porque sé que con
el camino andado de ambos,
será complicado dejarnos. Lastimar la hierba
crecida, no es justo para nuestros prados.
Pero si Dios sabe y conoce lo que fundó,
dejara que nos demos la calidez de lo que en
nuestro tiempo fue nuestra unión.
Pensar que en otra vida fuiste mío,
es mi reflexión para
justificar ese hecho que
me quita el sueño y me hace saltar de emoción.
Soltando
lo que debemos y aferrándonos
a lo que en verdad queremos, negando lo
que
creemos correcto, pero al mismo tiempo,
siéndole fiel al corazón.
Sin ataduras, te prometo dejarte crecer,
para que maduremos
lo que tenemos
y aunque aún no contemos las nubes juntos
en este momento, mi alma
siempre estará
ligada a la tuya por tiempos
diversos,
hasta que lo decida un adiós.
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